Las siguientes palabras están inscritas en la tumba de un
obispo (1100 d.c.) en la cripta de la abadía de Westminster:
Cuando yo era joven y libre y mi imaginación no conocía
límites, soñaba con cambiar el mundo.
A medida que me fui haciendo mayor y más
prudente, descubrí que el mundo no cambiaría, de modo que acorté un poco la
visión y decidí cambiar solamente mi país.
Pero eso también parecía inamovible.
Al llegar a mi madurez, en un último y desesperado intento,
decidí avenirme a cambiar solamente a mi familia, a los seres que tenía más
próximos, pero ¡ay!, tampoco ellos quisieron saber nada del asunto.
Y ahora que me encuentro en mi lecho de muerte, de pronto me
doy cuenta: «Sólo con que hubiera empezado por cambiar yo mismo», con mi solo
ejemplo habría cambiado a mi familia.
Y entonces, movido por la inspiración y el estímulo que
ellos me ofrecían, habría sido capaz de mejorar mi país y quién sabe si
incluso no hubiera podido cambiar el mundo.
Anónimo
Fuente: Jack Canfield
& Mark Victor Hansen
Sopa de pollo para el alma
Cambia tu cerebro para que cambie el mundo
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