Surge el deber
El deber es un marco de seguridad que nos salva cuando la
motivación no funciona. Pero eso no quiere decir que tengamos que descuidar a
la motivación.
“Es triste tener que hacer por deber lo que podríamos hacer
por entusiasmo”. Ortega
el
inconsciente, es el manantial del que proceden los deseos, los impulsos y la motivación.
Considero que no se puede motivar a las personas, las
personas se motivan solas, podemos generar un ambiente y proporcionar las herramientas
para que se produzca la chispa que encienda la llama de la motivación que cada
persona tiene dentro y que logre (Marina):
1.- Emerger sus
energías dormidas,
2.- Incentivar su acción,
3.- Animar sus esperanzas.
“Para conseguirlo, se tiene que apelar a los tres grandes e
inevitables deseos que tienen los seres humanos, niños, adolescentes, adultos o
ancianos.
El primero es pasarlo bien, disfrutar, sentirse seguros. Es
el deseo hedónico.
El segundo es la necesidad de querer y ser querido, de ser
reconocido y valorado. Es el deseo de vinculación social.
El tercero me impulsa a progresar, a sentirme capaz, a
encontrar sentido a las cosas.
Nadie quiere sentirse insignificante ni sentirse
empantanado.
Hay en todos nosotros un deseo de sentido, de superación, de
progreso que no podemos evitar y que, si lo hacemos, acaba pasando una pesada
factura:
el desánimo, la depresión, el aburrimiento, la desesperanza.
Si no estamos motivados, ¿qué podemos hacer? Intentar
aplicarnos lo que sabemos sobre motivación. Y, si no funciona, cumplir con
nuestro deber, con ganas o sin ganas.”
Fuente: Jose Antonio Marina
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